lunes, 27 de septiembre de 2010

Marcando el rumbo...

“Y no se asusten los viejos peronistas. Si no quieren quedarse en ‘viudos tristes’ tienen que acelerar el paso para seguir a los de adelante. No se lamenten, tampoco, de que los recién venidos ocupen los primeros puestos de la fila; porque siempre es así: se gana con los nuevos, no con los antiguos. Los precursores deben sentir el orgullo de perdurar como cimientos. Si no, quedan como testigos airados de algo que quieren pero no puede ser. Se convierten en sepulcros blanqueados.”
Arturo Jauretche

Asistimos a un cambio de época y de estilo en la manera de hacer política. Quienes constituimos este espacio vemos hoy la necesidad de plasmar en la bifurcación de caminos la nueva identidad que hemos venido construyendo en función de trabajo militante que nos respalda y un posicionamiento ideológico que no admite especulaciones coyunturales que -entendemos- corresponden a la vieja lógica de construcción.

Priorizar intereses distritales o individuales y en función de ellos intentar consensuar una estrategia común resulta dificultoso y estéril, quienes consensuamos este espacio estamos absolutamente convencidos qué no hay proyecto individual, distrital o provincial que se sustente fuera del marco del Proyecto Nacional que debe ser sin lugar a dudas la gran guía en la estrategia política e ideológica.

Por este motivo y acorde a planteos y discusiones hemos llegado a la conclusión que resulta indispensable un nuevo espacio que refleje nuestra identidad y los objetivos que nos hemos planteado.

Recuperar y revalorizar la semiótica de nuestra raíz en la Provincia de Buenos Aires nos significa imprescindible en un momento histórico en el que el término “peronista” parece ser utilizado solamente por aquellos que supieron a través de su accionar político desdibujar la doctrina y el legado del General Perón y Evita, siendo funcionales a los postulados más antipopulares que recuerde la historia de la Nación y es precisamente ese término el que hemos elegido para describir nuestra Causa y nuestra bandera…

Causa Peronista de la Provincia de Buenos Aires es un espacio político liderado por jóvenes militantes que reconocemos en las figuras de la Presidenta de la Nación, compañera Cristina Fernández, el Presidente del Concejo Nacional del Partido Justicialista, compañero Néstor Kirchner y el Presidente del Concejo del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires, compañero Hugo Moyano, la garantía de consolidación del Proyecto Nacional y Popular que ha llevado a nuestra Nación a la movilización y revalorización de la política como motor del cambio social más grande de los últimos tiempos.

Nuestros ejemplos a seguir los encontramos en los compañeros de la primera Resistencia Peronista, en los 30.000 compañeros que dieron su vida en la resistencia a la peor dictadura genocida que padeció el País , en las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y su lucha inclaudicable por la construcción de nuestra identidad como pueblo en el marco del reclamo de Justicia y Memoria y en cada uno de los compañeros que desde su incansable pluma aportaron a la constitución de la teoría política necesaria para verbalizar el sentimiento del pueblo peronista.

Asimismo apostamos a la articulación y el trabajo militante conjunto con todas las Agrupaciones de nuestra Provincia tal como lo planteó el Compañero Alberto Balestrini -a quien le deseamos una pronta recuperación- en función de la unificación de criterios y estrategias que conlleven a la unificación de aquel peronismo que supo reconocer en el Movimiento Obrero Organizado, la Juventud y las bases militantes los ejes vertebradores de su constitución como gran Movimiento Histórico Nacional.

Martin Marinucci (1º Sección Electoral) Daniela Bambill (3º Sección Electoral)

lunes, 20 de septiembre de 2010

Video con el que comenzó el Acto de la Juventud y Cristina en el Luna


Peronismo puro, Kirchnerismo al palo from Un día peronista on Vimeo.

Mamá contame de Evita...


Por Daniela Bambill

Seguramente en este texto no encuentren razones políticas ni análisis histórico, no leerán argumentos doctrinarios. No es la idea.
Yo no quiero hablar de Eva cómo la abanderada de los humildes, la Jefa espiritual de la Nación, no quiero hablar de esa Evita que todos amamos y reconocemos.
Quiero hablar de esa mujer que me subyugó desde que mi abuela me contaba sobre ella, mi abuela que jamás militó en política y era una ama de casa como tantas otras.
Mi abuela me contó que gracias a Evita, ella comió carne por primera vez todas las semanas, y que hasta se fue a verla en su último discurso, porque “Evita era como nosotros”, decía.
Ese era como nosotros, ese sentir popular identificándose con una mujer que como ellos salió del barro iba mucho más allá. Evita le ponía el cuerpo a la política.
El compromiso no quedaba en manifestaciones, logró romper el status quo en instalar la idea de Justicia Social desde las tripas, la dignidad no constituía una entelequia para ella.
Evita probablemente no entendiera de “consensos”, cómo iba a intentar consensuar con aquellos que querían mantener sus privilegios a costa del sufrimiento del pueblo, cómo se puede consensuar con intereses diametralmente opuestos. El consenso es un invento de la oligarquía para mantenernos quietitos y anestesiados. Seguramente esto no es políticamente correcto decirlo, ni escribirlo… Pero no creo que ella fuese políticamente correcta y eso fue precisamente lo que la hizo grande.
Muchas de las razones de su lucha para las nuevas generaciones hasta resultan inconcebibles, contarle a mi hija, por ejemplo, que las mujeres no teníamos derechos civiles y ver su cara de sorpresa e incredulidad me trae en lo cotidiano la magnitud del hecho histórico.
Evita torció el rumbo definitivamente, tal vez los años de oscuridad que siguieron a su existencia hicieron muchas veces suponer que la lucha por los derechos sociales era en vano, que el egoísmo oligárquico compartido muchas veces por la clase media y su mezquindad movida por la necesidad de pertenencia a una clase a la que nunca podrían alcanzar, nos había ganado la compulsa para siempre.
Sin embargo, 58 años después seguimos levantando su nombre como bandera, seguimos movilizados por las mismas razones que ella. Hoy no estamos solos, no somos minoría, millones de argentinos entienden que la única manera de construir una verdadera Nación es a través de la Justicia Social, qué la caridad es sinónimo de violencia simbólica, que la dignidad no se contabiliza monetariamente, que los derechos del pueblo no se negocian.
Uno siembra toda su vida y no siempre se ve la cosecha, un amigo me dijo una vez, ¿estás dispuesta a trabajar toda tu vida por algo que a lo mejor no te da la posibilidad de ver los resultados? Tal vez, como soy docente entiendo algo de eso, los verdaderos resultados no se ven en el corto plazo, pero años después encontrar un alumno que recuerda las clases de literatura como un oasis de liberación del pensamiento me hace sentir que no fue en vano. Tal vez por esa razón elegí la política como filosofía de vida y no como medio.
Mi abuela no pudo ver a Cristina en el sillón de Rivadavia, pero seguramente hubiese puteado ante cada ataque contra ella, hubiese dicho otra vez que las mujeres tenemos más pelotas que los hombres… “y si no mírala a Evita”, decía.
Eva no vio su nombre como bandera que conduce a la victoria, Eva no vio generación tras generación como su palabra se convirtió en estandarte de lucha y ejemplo a seguir. Pero creo que en el fondo lo sabía, sabía que la siembra da sus frutos tarde o temprano que la dignidad, una vez adquirida, jamás se pierde.
Mi hija admira a esa mujer y pregunta sobre ella fascinada al escuchar las respuestas… Y seguramente mis nietas y bisnietas harán lo propio… Y es ahí cuándo encuentro la respuesta a la pregunta que me hacía mi amigo hace un tiempo y me respondo, si vale la pena poner el alma en esto, si vale la pena pelearla todos los días desde todos los frentes.
Eva puede descansar en paz, ella marcó su huella sentando la pata en el barro.

En el país de los ciegos, el tuero es Rey

por Daniela Bambill

"No creas a los que te alaban, no creas lo que dicen de ti".
Marco Aurelio.

La soberbia no implica el orgullo de ser, sino el menosprecio de lo que no se es, la soberbia es la máxima expresión de la mediocridad. El mediocre manifiesta su inseguridad a través de la violencia ejercida desde su pequeño e insignificante espacio de poder ya sea familiar, laboral o político.

Ahora bien, cuándo un mediocre accede circunstancialmente a un espacio de poder público, se rodea de obsecuentes que están imposibilitados de cuestionar, proponer o aportar ideas, debido a la naturaleza de su genuflexión y no a la incapacidad intrínseca de su intelecto y va conformando un círculo virtuoso de autoconvencimiento en tanto su capacidad de liderazgo y comienza a fantasear con la idea de ascensión en la escala de Poder sin mediar la prudente reflexión de las circunstancias a las que subestima en función de su ego falazmente engrosado.

La realidad vista a través del cristal que propone el mediocre se circunscribe a un espacio ínfimo, cualquier intento por correr el velo será percibido por éste como un ataque, como una provocación y tendrá su consecuente reacción, que no será otra cosa que la postura ridícula del circo frente al séquito que aplaudirá rabioso cada palabra soez lanzada al aire como rezo exorcizante del pensamiento crítico.

No hay para el mediocre otra verdad que la que él mismo propone, no hay crítica que resulte constructiva y el liderazgo resquebrajado se defiende a fuerza de dogmas carentes de sentido con la violencia simbólica que el caso amerita.

El séquito está constituido por diferentes categorías, aquellos que aplauden simplemente “El Poder”, no importa quién lo ostente, los que a sabiendas de las falencias y falacias aprovechan las mieles para fines individuales, chiquitos y mezquinos y los timoratos que no se animan a enfrentar al mediocre porque la ruptura del status quo requiere agallas y el compromiso de asumir las consecuencias.

Para los antiguos griegos la hybris , primer concepto de soberbia, era el peor pecado de los gobernantes y los dioses descargaban su furia con castigos ejemplares por la ofensa cometida por los mortales de “no pensar humanamente y aspirar a lo más alto”…

Pero esto no es el Olimpo y el trabajo es arduo y constante, los mediocres solo serán expulsados de los sillones a los que se pegaron con el reverdecer de la militancia y la valorización de virtudes como la prudencia, la humildad, el respeto por el otro y la concientización de que no hay héroes individuales sino colectivos, que un proyecto nos engloba a todos y que todos absolutamente somos sujetos de la historia.

La época que nos toca compartir nos está dando la posibilidad de revertir definitivamente la lógica viciada de años de construcción política basada en clientelismo y movilización de masas arreadas como ganado en función de la ostentación. El desafío está en marcha, las condiciones dadas, lograrlo depende exclusivamente de nosotros.